Las riberas del Riomaior, en Vilaboa, concentran 35 molinos en apenas 2,5 kilómetros. Una ruta (la PR-G102) de una hora y media (ida y vuelta) permite disfrutar de este torrente, varias pequeñas cascadas, la naturaleza frondosa del lugar e incluso del interior de algunos molinos, pues se encuentran abiertos y con paneles explicativos para conocer las numerosas partes que componen estos elementos tan significativos del patrimonio gallego.
Bajo el gran puente de la autopista AP-9, en San Adrián de Cobres, se esconde la Casa da Cultura de Riomaior. A su derecha, un gran panel informativo señala el inicio de la ruta y presenta las peculiaridades de la misma, así como otros senderos que existen en la zona.
El paseo comienza sin mucha dificultad, se trata de una ruta de dificultad media con tres tramos bien diferenciados. Durante esta primera parte el río corre por la derecha en contra del caminante. A la izquierda, rápidamente aparece el primer molino, viñedos y plantaciones de maíz. Este último producto es el que se molía principalmente en la zona, pero no solo, pues también había otros cereales como la avena o el centeno. Algunos de los molinos están muy bien conservados, otros en cambio han sufrido un gran deterioro. Los hay privados y también públicos.
Algunos de los molinos están ubicados a una distancia considerable del río si se tiene en cuenta que precisan de la fuerza del agua para las moas. Esto se debe a que utilizaban el sistema de canal, por el cual construían grandes desviaciones de piedra desde el río hasta el molino. Muchos de estos canales se conservan estupendamente y para encontrar otros hay que prestar atención a las orillas del Riomaior.
Según se asciende aparecen algunas pasarelas de madera y algunas pequeñas cascadas. Solo una tiene una envergadura más considerable, la llamada cascada de Tras do Río. Este salto de agua marca el fin del primer tramo de la ruta, bien señalizada por las marcas amarilla y blanca, pues aquí una carretera secundaria corta el sendero.
Una vez atravesada, el ascenso se va intensificando levemente tras pasar un puente de madera. Todo el curso del río marca la frontera entre las parroquias de Santa Cristina y San Adrián de Cobres, con lo que se va pasando de una a otra. Nuevos molinos, algunos de gran tamaño, van apareciendo, incluso de tres en tres.
El final de segundo tramo vuelve a estar atravesado por un camino, en este caso de tierra. Aunque está señalizado por dónde hay que continuar, las marcas de la senda están poco visibles. Hay que perseguir el río, torciendo un poco a mano derecha y dejando el torrente a la izquierda. Esta última etapa no presenta ningún molino hasta su mismo final, en el que se arriba al molino de Miguel Lois, en el lugar de Bartáns. Aquí se abre un espacio en el que poder descansar antes de comenzar el regreso.
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