Domingo, 15 de octubre. 23:00 horas. El fuego avanza sin control en el Área Metropolitana de Vigo. Hay focos declarados en Mos, Redondela, Pazos de Borbén, Ponteareas, Nigrán, Baiona, Vigo… Las llamas son cada vez más impredecibles y el fuego acaricia el mismísimo centro de la primera ciudad de Galicia. La imagen es desoladora. El rostro de los voluntarios, que se afana por controlar las llamas refleja valentía, pero también un terror nunca antes visto. El sur de Galicia vivió ese domingo una de sus jornadas más desoladoras de su historia reciente. El caos.
En las pupilas aún tenemos grabados a los vecinos de Baiona o Nigrán luchando codo con codo contra el fuego. También a cientos de vigueses apagando con cubos los focos que inexplicablemente surgían junto a torres de edificios. Romina García fue una de ellas. “La tensión era evidente, parecía irreal que el fuego se acercara al centro”, asegura a la vez que expresa su satisfacción por el ambiente de cooperación. “Nunca había visto tal dosis de solidaridad colectiva, fue increíble”, asegura.
"Fue como un mal sueño". Así recuerda aquella noche Graciela Carlos. Después de pasar momentos de angustia en su casa de Coruxo, decidió trasladarse para ayudar a los vecinos de Baiona, municipio en el que trabaja. A partir de la una de la madrugada, tras varias horas luchando contra el fuego, la situación se volvió dramática. "Vi imágenes que no se me olvidarán nunca. Fuego y cenizas incandescentes, que se multiplicaban a cada minuto, nos rodeaban", explica. Lo cierto es que los voluntarios y vecinos que intentaban apagar los diferentes focos que se producían arriesgaron su vida a cada minuto. "Uno de los momentos de mayor tensión lo pasé ahí. Estaba dirigiéndome hacia el coche para beber agua cuando una lengua de fuego me pasó a centímetros del cuerpo, cerrando el paso del camino y quedando gente al otro lado", rememora Graciela Carlos. Por suerte, no hubo que lamentar más víctimas.
Un mes después, en Metropolitano.gal buscamos hacer balance de lo que entonces se vivió. Con “calma, responsabilidad y escuchando a los expertos”, se afana en apuntar el alcalde de Nigrán, Juan González. Su concello fue uno de los más golpeados por los incendios. Allí, perdieron la vida dos vecinas mientras trataban de huir del infierno de las llamas. Hoy, la misma carretera que hace un mes estaba rodeada de fuego por ambos lados nos la encontramos en silencio y con una imagen desoladora. El negro de la destrucción lo invade todo, junto a ese tono anaranjado que nos indica que por allí las llamas avanzaron sin control.
Un mes después todo sigue casi igual. Casi paralizado en el tiempo, a pesar de algunos pequeños brotes verdes en el suelo quemado. La imagen nos deja claro que la recuperación es un objetivo a largo plazo. También la asunción de responsabilidades y la búsqueda de soluciones y medidas de prevención para que no vuelva a ocurrir algo igual. La factura de los fuegos es apabullante. No solo a nivel económico, con un coste de más de 100 millones de euros, sino también a nivel humano y medioambiental. Cuatro personas murieron, cientos de animales quedaron abrasados entre las llamas y todo un ecosistema natural saltó por los aires de la misma manera que saltaban las hojas de los eucaliptos arrastradas por el viento para prender en otra zona.
La rabia y la frustración continúa 30 días después. Este lunes, el presidente de la Comunidad de Montes de Chandebrito, Víctor Vidal, explotaba en una carta abierta y apuntaba a las responsabilidades compartidas, también de los cuerpos de seguridad que “amén de la ingenua buena voluntad que le pusieron subiendo a Chandi cuando aún se podía, no hubo en ellos actuación gloriosa meritoria de galardón alguno”.
Aunque la impotencia continúa, es ahora momento de comenzar a trabajar para evitar una catástrofe de tales dimensiones. Consultados por Metropolitano.gal, las diferentes fuerzas vivas relacionadas con el sector forestal no se ponen de acuerdo sobre las causas o soluciones, pero sí coinciden, de forma unánime, en que es necesario comenzar a trabajar, en serio, juntos, como sociedad, para cambiar nuestro modelo forestal. Un trabajo a largo plazo.
Nigrán, junto a As Neves, simboliza por todos los factores que allí confluyeron el desastre del domingo negro. A su alcalde, Juan González, el caos lo pilló en Madrid tras ser operado. Desde allí, a más de 600 quilómetros vivía con impotencia como su municipio ardía. “No pude dormir en toda la noche, lo viví con mucha angustia, rabia e indignación, pero nada comparado al terror y caos al que tuvieron que hacer frente los vecinos de Chandebrito y Camos”, asegura el primer edil.
González hace ahora balance de la catástrofe. “Mal se hizo casi todo”, responde. Aunque reconoce que las condiciones de aquellos días eran perfectas para lo que sucedió y que difícilmente se puede prever algo así, explica que “no hay prevención alguna y hay muchas cosas que no se hicieron bien”.
“Ahora es el momento de arreglarlo. De trabajar juntos, prepararse y escuchar a los expertos”, sentencia el regidor nigranense en conversación con Metropolitano. Por ahora, el primer municipio en dar un paso hacia delante ha sido Vigo. Su alcalde, Abel Caballero, explicó este lunes que trabajan en un plan para plantar árboles frondosos y autóctonos que sirvan de cinturón verde y a la vez sean menos inflamables. Se trata de un plan para “trazar, plantar y mantener durante por lo menos treinta años hasta que sea eficaz y eso va a costar dinero”, explicó. Se trata, en definitiva, de progresar en la eliminación de especies pirófitas como el eucalipto.
La Xunta de Galicia también ha dado los primeros pasos para un plan a largo plazo. Garantizar que todos los concellos tengan servicio de bomberos o brigadas, avanzar en la reestructuración parcelaria o potenciar los bancos de tierras son algunas de las propuestas. El minifundismo y el desconocimiento de propiedad de pequeñas fincas donde se acumula la maleza son un problema que se busca reducir.
Así todo, por ahora todo son buenas voluntades que no se trasladan en actuaciones concretas. Quizá por ello, el presidente de la Comunidad de Montes de Chandebrito también apuntó a la necesidad de apoyar a estas entidades sin ánimo de lucro que gestionan buena parte de la masa forestal gallega. “Una Comunidad de Montes no es una Empresa y, por tanto, esa labor social presente allí donde mires en nuestras Parroquias acometida con dineros propios, no debería, nunca, ser grabado a impuestos que lastran la posibilidad de contribuir al desarrollo”, explicó en su carta abierta.
Mientras los gallegos y gallegas buscan soluciones a largo plazo, la brutal huella de lo que sucedió sigue recordándonos día a día lo que no podemos permitir que vuelva a suceder. Está en nuestras manos.
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