Nueva batalla por la vida. El Celta regresaba a su territorio, el lugar ideal para reencontrarse con el triunfo. El contexto ayudaba. Era propicio. Enfrente el Barça, una potencia mundial, pero que llegaba al choque con el freno de mano puesto obligado por su inminente compromiso en la Champions ante el Liverpool.
Fran Escribá mantenía su plan. Apenas realizaba cambios. Ni el regreso de Brais Méndez alteraba su formación inicial habitual. El FC Barcelona, por su parte, saltaba al verde de Balaídos con la segunda unidad. Valverde daba minutos a los menos habituales y a perlas de la fábrica de La Masía como Riqui Puig. El técnico azulgrana confirmaba la rotación masiva que ya se atisbaba en su convocatoria. Pese a las reservas, el vigente campeón de Liga veía como en los primeros minutos de juego sufría la sensible baja de Ousmane Dembélé. El francés, que se lesionó solo, abandonó el terreno de juego por culpa de unas molestias musculares. Valverde apostaba por Collado para suplir al ex del Borussia Dortmund.
El choque arrancaba extraño. El FC Barcelona dormía el duelo y anestesiaba al Celta con posesiones infinitas, un dominio del esférico que apenas se traducía en ocasiones claras ante el marco que defendía Rubén Blanco. El equipo vigués optaba por no presionar la salida de balón azulgrana. Prefería esperar en campo propio. No asumir riesgos. Los de Valverde, por su parte, abogaba por la paciencia, por la cocción lenta de unos ataques que apenas pusieron en apuros al guardameta mosense del Celta.
El conjunto vigués fue creciendo con el paso de los minutos, aunque lejos de mostrar esa imagen que comentó Fran Escribá en la previa del partido, la de un equipo que tenía que jugar como si disputase el último partido de la temporada. El conjunto azulgrana avisaba con un remate de Wagué que despejó con los pies Rubén Blanco. La ocasión visitante despertó el orgullo local, que pocos minutos después tuvo el gol en un remate de cabeza de Araujo, aunque Cillessen evitó el tanto del defensor mexicano.
La clave del triunfo estaba, como suele ser habitual, en Iago Aspas. Sin el balón, el moañés no puede hacer daño. Su presencia es residual. En los primeros 45 minutos bastaron dos acciones para mostrar la sensación de peligro que provoca siempre en el adversario el internacional español.
El encuentro se fue al descanso con sensaciones encontradas. Los de Fran Escribá parece que jugaba con la calculadora, con esa creencia que la salvación costará 40 puntos. Sin embargo, el ritmo cambió tras la reanudación. El Celta demostraba en los primeros compases del segundo acto qué equipo se jugaba la vida, su futuro inmediato en Primera División. Todo arrancaba en una jugada a balón parado. Cabezazo de Cabral, paradón de Cillessen y rechace que aprovechaba Araujo para perforar el marco rival. Parecía que se había conseguido lo más difícil. No obstante, el VAR sancionaba que el mexicano, por unos centímetros, estaba en situación antirreglamentaria.
Tocaba seguir remando. Había tiempo para asestar el golpe definitivo al vigente campeón de Liga. El FC Barcelona continuaba buscando posesiones infinitas, mimando en exceso el esférico y sin encontrar un camino claro para inaugurar el electrónico. El Celta, por su parte, empezaba a ser más vertical. En el ecuador del segundo acto, los de Fran Escribá empezaron a sacar provecho de los centros laterales. En el primero, Maxi Gómez perdonó ante Cillessen con un cabezazo inocente, demasiado centro, que atrapó sin problemas el portero holandés. Solo unos minutos más tarde, el ariete uruguayo no perdonó en un envío fantástico de Boudebouz. El charrúa ejecutaba un remate complicado, con el pie, de primeras, que se posaba en el fondo de la portería azulgrana.
El gol del Celta coincidía con la inferior numérica accidentada del FC Barcelona por la lesión de Todibo. Valverde estaba obligado a agotar los cambios. Daba entrada a Murillo minutos después de refrescar el centro del campo al suplir a Arthur, posiblemente con minutos en la vuelta ante el Liverpool, por Arturo Vidal. Las sustituciones no cambiaban el guión del partido. El Barça incluso estaba más lejos del dominio que tuvo en la primera media hora de juego.
Fran Escribá también movía banquillo. Brais Méndez y Jozabed refrescaban las bandas celestes. Todo iba en orden. El Barça no inquietaba en campo propio y quedaba asestar ese golpe definitivo, ese gol que evitaba el suspense de los minutos finales. Esa acciónllegaba en la recta final del choque. Maxi Gómez reclamaba una mano de Umtiti en el área. Sánchez Martínez, tras consultar la pantalla del VAR, sancionó el punto fatídico. Iago Aspas, al igual que sucedió frente al Villarreal, no perdonó y marcó el gol que rubricaba la victoria ante el vigente campeón de Liga y, prácticamente, la permanencia del Celta en Primera División.
El resto del partido fue una fiesta. La celebración de una afición que merecía esbozar una sonrisa de oreja a oreja, que incluso llegó a entonar la Rianxeira. Ya en el descuento, Maxi Gómez se retiraba con molestias. Solo calambres, el peaje del esfuerzo durante 90 minutos. Sin embargo, los 40 puntos que marca el casillero permiten al conjunto vigués encarar las dos últimas citas del curso futbolístico con cierta tranquilidad. De momento, toca esperar los resultados de los rivales directos en la lucha por la salvación.
RC Celta: Rubén Blanco; Hugo Mallo, Cabral, Araujo, Lucas Olaza; Okay, Lobotka, Boudebouz (Jozabed, 85'), Boufal (Brais Méndez, 71'); Iago Aspas y Maxi Gómez (Fran Beltrán, 91').
FC Barcelona: Cillessen; Wagué, Todibo (Murillo, 68'), Umtiti, Vermaelen; Arthur (Arturo Vidal, 62'), Riqui Puig, Aleñá; Dembélé (Collado, 6'), Malcom y Prince Boateng.
Goles: 1-0: Maxi Gómez (67'); 2-0: Iago Aspas (penalti) (88').
Árbitro: Sánchez Martínez (comité murciano). Mostró tarjeta amarilla a Boufal por parte del Celta mientras que por parte del FC Barcelona vieron cartulina amarilla Vermaelen, Umtiti, Todibo, Boaten y Arturo Vidal.
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