Hace poco más de un año, y coincidiendo con la celebración del Día de la Mujer, la Universidade de Vigo daba un paso adelante para visibilizar y normalizar la menstruación y reducir la pobreza menstrual. Para ello, la institución decidió proporcionar productos de higiene femenina a las estudiantes, una iniciativa que inicialmente se hizo a través de las delegaciones de alumnado, mientras no se licitaba un servicio de dispensadores que ahora, algo más de 12 meses después, ya están en marcha.
Las primeras máquinas de autoservicio están ya en funcionamiento en el edificio de Ciencias Experimentais y en las dos próximas semanas se completará la instalación de un total de 25 en las escuelas y facultades de los tres campus. Los dispensadores fueron diseñados y desarrollados por la empresa Dismac, y funcionan mediante la lectura de los códigos de barras de la tarjeta universitaria de las alumnas. Las máquinas expenden cajas con tres tampones o tres compresas, según la elección de las mujeres y cada estudiante puede emplearlas hasta un máximo de tres veces cada mes. Según explica Águeda Gómez, directora de la Unidade de Igualdade, “este es un cálculo inicial, pero después de un tiempo de prueba, se podrá reajustar si se considera necesario”.
En el acto de presentación de los primeros dispositivos instalados en varios baños del edificio de Ciencias Experimentais, donde comparten docencia las facultades de Bioloxía, Química y Ciencias do Mar, estuvieron presentes la vicerrectora de Comunicación e Relacións Institucionais, Mónica Valderrama, la directora de la Unidade de Igualdade, Águeda Gómez y la decana de Bioloxía, Mercedes Gallardo. e, tratando de tener también en cuenta las necesidades de la comunidad trans.
Con la instalación de estos dispensadores, la Universidade de Vigo se convierte en pionera en todo el Estado español en la apuesta por acercar productos de gestión menstrual gratuitamente a las alumnas. Como avanza la responsable de la Unidade de Igualdade, las universidades escocesas “ya ofrecen este tipo de productos gratuitos a sus alumnas, pero a través de cestas en los servicios, por lo que nosotros somos los primeros en contar con máquinas expendedoras”.
Para Águeda Gómez esta era una medida “necesaria” que da respuesta a una “reivindicación del alumnado”. Como relata, en la institución viguesa ya existía desde hace tiempo un activismo menstrual que demandaba “dignificar una necesidad fisiológica que las mujeres tenemos sin que sea opcional y acabar así con la ceguera de género de instituciones como la universitaria que parecía estar diseñada solo para las necesidades específicas de los hombres y ahora, por fin, contempla la mitad de la humanidad, que somos las mujeres”. Se trata, resume, “de normalizar algo que ya debería ser normal como es la menstruación”. De hecho, Gómez considera que este será un “punto de inflexión para un cambio de paradigma” que se refleja en la futura Ley de Derechos Sexuales y Reproductivos y que ya contempla esta medida para todos los centros educativos. “Nosotros nos adelantamos un poco a esta normalización”.
Una de las primeras en poder estrenar estos dispensadores fue Aida Luaces, estudiante de Biología, que valora esta medidas como “algo innovador y necesario”. Además de la ayuda que supone para las estudiantes acceder a estos productos gratuitos todos los meses, Luaces destaca que este tipo de medidas “ayuda a eliminar un tabú instaurado en las universidades y en la sociedad en general. Creo que será una medida muy bien recibida entre todos, tanto chicas como chicos, es algo necesario”.
Otro aspecto que destaca la responsable de la Unidade de Igualdade es que no se emplean dispensadores estándar, sino que se trata de un “producto netamente UVigo, diseñado expresamente para nuestra Universidad por la empresa viguesa Dismac”, que contó con la colaboración de la EE de Telecomunicación para el diseño del sistema de lectura de las tarjetas. La licitación de las máquinas tuvo un coste de alrededor de 200.000€ a lo que se suman entre 5000€ y 6000€ cada seis meses para comprar los productos de gestión menstrual. “Es un gasto ridículo en un presupuesto de una institución grande” pero que tiene implicaciones no solo materiales, sino también simbólicas, ya que esta medida es un paso adelante para visibilizar y dignificar una de las necesidades propias de las mujeres que hasta ahora tenía un estigma”.
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